Con la pesca en el mar, confianza la justas

Con la pesca en el mar, confianza la justas

Con la pesca en el mar, confianza la justas

por 14 de julio de 2016 0 comments

Entre los pescadores existe la extendida leyenda que para pescar lubinas es necesario contar con un mar a ser posible provisto de aguas un tanto revueltas. Ni que decir tiene que ese es el contexto ideal para engañarlas, pero lo cierto es que no siempre tenemos oportunidad para esperarlas por entonces como merece, ya sea por motivos laborales, familiares…o por el mismo mar en sí. Y es que la cara que a veces nos muestra el gran azul es de las que echa para atrás, pero no por el volumen del oleaje que estampa contra la costa, sino por su capacidad para atrapar pescadores al menor descuido.

Con la pesca en el mar, la confianza en casa

El mar es un adversario que nos puede jugar terribles pasadas si le perdemos el respeto, al punto incluso de no concedernos una nueva oportunidad de rendirle la debida pleitesía en el futuro. Cuidado que esta frase la habremos oído decir en charlas y a muchos se les parece olvidar con sólo echar un vistazo a nuestro litoral en determinados días. Qué duda cabe que nadie escarmienta en cabeza ajena. Y es que la confianza nos pone en situaciones complicadas que nuestros ojos no quieren ver, porque «¿cómo me puede pasar nada, si he pescado mil veces así y nada me ha ocurrido?». Precisamente por pensar así es como sin quererlo, suceden terribles episodios con un tétrico final que de vez en cuando incluso afecta a pescadores bien experimentados. De hecho, no sólo los inexpertos caen; es más, quienes mejor conocen el medio son los más susceptibles de verse con el agua al cuello precisamente por eso, por creer que ya lo han visto todo. En realidad, por mucho que llevemos en este negocio, nunca sabemos bastante y jamás se deja de aprender.

Cuando no está el mar, al bar

El mar, por las buenas o por las malas, te enseña a ser humilde. Esta afirmación a más de uno seguro le parecerá exagerada, pero es real como la vida misma. Luego, cada cual elige el camino que estima más oportuno, pero siempre se llega a esa conclusión.

Pescandon en el mar

El gran azul, en conjunción con el resto de los elementos que lo rodean, esconde infinitas trampas capaces de aplicarnos un inmenso castigo a poco que no actuemos con lógica. Por eso antes de situarnos en un puesto es preciso dedicar un tiempo a estudiar y valorar hasta qué punto merece la pena pescar ciertos sitios. Sí, desde luego que si pescamos con artificial, un chivo nos servirá para capear las olas que baten la orilla, pero conviene ver hasta dónde llega el oleaje, pues a veces no vale siquiera pescar así y es mejor padecer un exceso de prudencia que un accidente. Correr con las piedras mojadas para lanzar y luego retirarse, por mucho que llevemos botas con clavos, constituye un riesgo para la salud del pescador. Bien, vale, de acuerdo, para eso tenemos ese señuelo, aunque hay días en que el mar no está para pescar por mucho que nos duela. Y es que sorprende que haya quienes pregunten por qué tipo de equipamiento es necesario para pescar así con olas de 3 metros. Probar suerte en situaciones así facilitará probablemente un día nos llevemos el premio gordo…pero precisamente el que nadie quiere. En el mejor de los casos, todo quedará en un remojón, y en el peor… Así las cosas, llegados a este punto, ¿merece la pena intentar atrapar a la mejor de las lubinas en un escenario como el descrito, con el riesgo que ello comporta? Que cada cual responda a esta pregunta como mejor considere.

Múltiples factores

En el mar siempre es preciso estar observar las evoluciones del oleaje durante al menos una veintena de minutos, para así advertir cualquier golpe pasado de rosca que pueda rebasar un puesto por completo. Ya en acción y en cualquier caso, nunca perdamos el agua de vista y pesquemos siempre de mirando al mar, pues darle la espalda es la mejor garantía de padecer una desgracia más pronto que tarde, en especial cuando hay mares un tanto levantiscas. Asimismo, establezcamos una ruta de escapatoria ante la menor tentativa de Neptuno de llevarnos con él, y siempre antes de situarnos sobre un lugar en concreto, en el supuesto de que una ola nos rebase violentamente bajo los pies o la cintura, que aquélla corra con absoluta libertad tras el lugar en que nos encontramos. Y es que si nos hallamos pescando cerca del agua, o en un acantilado con mucho desnivel, la ola puede rebotar en él y generando una lengua de mayor entidad que la entrante, la cual, si bien al principio apenas supuso un peligro, ahora puede llevarnos del puesto con virulencia y a traición hacia el mar con unas consecuencias imprevisibles. Así pues, analicemos cada puesta con una gran amplitud de miras y no nos dejemos engañar por la confianza que supone haberla pescado con antelación, pues incluso aquella que a simple vista resulta idónea hoy para albergar el pez de nuestra vida, puede esconder una trampa mortal. Avisados quedan…

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