Pesca marítima: Cuando la naturaleza toma cumplida venganza

Pesca marítima: Cuando la naturaleza toma cumplida venganza

Pesca marítima: Cuando la naturaleza toma cumplida venganza

por 1 de abril de 2014 0 comments

La Naturaleza es sabia, y prueba de ello es la demostración de fuerza que ha hecho días atrás, poniendo en jaque a numerosas poblaciones del litoral peninsular. Mares arboladas a pie de orilla, lluvias que degeneran en monzón, y vientos huracanados que amenazan con llevarnos volando como a Mary Poppins mientras intentamos guarecernos de las precipitaciones con el paraguas, son los ingredientes que se han mezclado en numerosas y sucesivas tormentas, y que nos ha obligado a mantenernos con las orejas gachas.

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Desde luego, nada habría que objetar en función de la época del año en que nos encontramos, pero el caso es que tanto, tan a lo burro y tan seguido, es algo que cuesta recordar incluso a los más ancianos, aunque, eso sí, todo esto también tiene su vertiente positiva. Probablemente dicha afirmación a más de uno le sonará a chino, pero el caso es que es cierto, especialmente desde la óptica pescadora.

Historias para no dormir

La época invernal es un periodo en el cual numerosas especies marinas se dan cita para la freza, entre ellas nuestras queridas lubinas. De hecho, por entonces esta perseguida especie llega a concentrarse en amplios cardúmenes de cara a continuar con el imparable ciclo de la vida, y así asegurar la pervivencia de su estirpe. No obstante, la raza humana, en su perpetua ceguera carente de la menor perspectiva, espera ansiosa dicha llegada y las buscan con denuedo en su afán dar la campanada, en una vuelta más de tuerca de la suicida política del “pan para hoy y hambre para mañana”. Lo peor de todo es que, cuando eso sucede, todo el mundo vanagloria al pescador y/o la embarcación que perpetra la “hazaña”, y los medios de comunicación generalistas no ahorran en calificativos para elevar semejante proeza a los altares del buen hacer. Es, sin duda, la historia del mundo al revés, y, además, parece que encima debemos aplaudir con las orejas. Vivir para ver, que diría un castizo…

 ¿Realmente conscientes?

A decir verdad, desde el punto de vista de este humilde pescador de a pie, produce sonrojo y vergüenza ajena ver que en los medios se dé tanta cancha a las barrabasadas que comete el sector profesional de la pesca, precisamente el mismo que desconoce lo que es una veda si no es bajo amenaza de severa crujida, y que luego quiere que las administraciones nos tabiquen porque, a su entender, los deportivos somos los causantes del descenso en el balance de capturas. Tal vez en algunos lugares aún pervive la idea de que a los trabajadores del mar les cuesta horrores ganar un jornal, y en el fondo así es, puesto que sus condiciones de labor a menudo dejan mucho que desear. De hecho, en absoluto les arrendamos la ganancia, pero que bajo el pretexto de llevar sustento a casa se exterminen especies, haciendo del mar un precioso erial sólo apto para fotos, resulta del todo inaceptable.

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Alocada competición

Todos sabemos la incidencia que genera la acción de la pesca profesional sobre nuestras especies favoritas, mas eso no es óbice para que nos consideremos libres de toda culpa en la parte que nos toca. De hecho, numerosos pescadores deportivos se pasan por el arco de triunfo muchas de las recomendaciones encaminadas a realizar una pesca sostenible, y así, entre Tirios y Troyanos, luego nos luce el pelo. Evidentemente, qué duda cabe que, por mucho “¿daño?” que haga la pesca deportiva, en absoluto podrá equipararse con el que sistemáticamente aplica el sector profesional, aunque tampoco es cuestión que unos y otros nos embarquemos en una alocada carrera, a ver quién hace más méritos para conseguir lo que apunta el dicho que dice “entre todos la mataron, y ella sola se murió”. No obstante, hasta que eso ocurra queda tiempo, pero cada vez menos.

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Venganza con matices

Como hemos podido comprobar en más de una ocasión, y a poco que la dejemos, la Naturaleza es capaz de corregir los desarreglos que continuamente perpetra la raza humana con una sorprendente capacidad de regeneración. Sin embargo, y por fortuna, su capacidad de medida dista de ser controlada por la mano del hombre, lo cual nos obliga a estar acuartelados durante dilatados periodos de tiempo. Las calles se vacían, los puertos quedan despoblados, las embarcaciones se llevan bien dentro de las rías, se aseguran puertas, ventanas y locales, y las aseguradoras echan a temblar por lo que se les puede venir encima. Todo forma parte de un plan perfectamente pergeñado por la Naturaleza que va encaminado a devolvernos con onda una ínfima parte de las perrerías que cometemos, y más vale que nos pongamos a cubierto cuando eso sucede. Ahora bien, miremos semejante parón para la pesca marítima con amplitud de miras y parémonos a pensar en la cantidad de especies que, mientras la tropa estaba a refugio, han podido desovar sin ser molestadas, asegurando de este modo la presencia de una nueva hornada de peces que, en los años venideros, será la encargada de morder nuestros aparejos. Como bien reza el dicho, “no hay mal que por bien no venga”, y eso es algo que debiéramos asumir todos los pescadores que no sabíamos qué hacer por no poder tirar la caña, y estábamos más que insoportables. Es más, incluso las plañideras portuarias que tanto se quejaban por no poder levantar el amarre, mañana tendrán qué pescar, aun sin merecerlo. La Naturaleza, por enésima vez, nos ha vuelto a demostrar que es más sabia que la raza humana.

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