Ir, para no volver: pesca en lugares peligrosos

Ir, para no volver: pesca en lugares peligrosos

Ir, para no volver: pesca en lugares peligrosos

por 12 de junio de 2014 0 comments

La pesca esconde una serie de atractivos que, en cambio, resultan desconocidos para infinidad de profanos. Madrugones, muchos kilómetros de asfalto, e infinidad de horas pasadas a orillas de cualquier récula de agua capaz de albergar vida, es algo que escapa a la comprensión de muchas personas, en especial cuando adquiere tintes enfermizos por nuestra parte. Como para hacerles entender por qué el pescador es una extraña especie que, a menudo, busca el más difícil todavía, en especial cuando las cosas se le ponen cuesta arriba…

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La presión que se ejerce sobre los peces es tal, que posturas antaño feraces, hoy aparecen totalmente yermas. Las continuas pasadas de los arrastreros, la colocación sistemática de distintas artes, cuando no es la irresponsable actuación del deportivo capturando más de lo que en realidad puede consumir en un perfecto canto al ego, acarrea que muchas veces tengamos que variar los parámetros habituales si es que queremos terminar saliéndonos con la nuestra, sobre todo si no queremos estar a la vera del agua como pasmarotes gastando tiempo y dinero. Así pues, toca abrir miras.

Excursión con billete de ida

Con semejante panorama, no es extraño adivinar que el mejor de los peces encuentre refugio en zonas intrincadas, las cuales, por su parte, no siempre son aptas para todos los públicos. Es aquí, precisamente, donde el pescador, en su continuo peregrinar de puesta a puesta, pretende hacerse con él, aunque para ello a menudo no repara del mismo modo en los “contras” que en los “pros” que habrá de encontrar en el camino. Y es así como dan inicio algunos episodios por nadie apetecidos que, a menudo, terminan con un luctuoso resultado. Bien es verdad que nadie sale por la puerta pensando que nunca va a volver, pero el caso es que de vez en cuando conviene hacerse a la idea de algo así para evitar males innecesarios.

Cambio de planes

El tramo de costa por el que me suelo mover es relativamente amplio, mas buena parte de él resulta impracticable para la pesca que más intento, que es el lance ligero, merced a la altura existente entre el pescador y el agua. Vamos, que en algunos casos hay decenas de metros de separación, inconveniente que ni el más pesado de los señuelos puede salvar, o por mucha imaginación que le ponga. Sin embargo, hay puestas que comienzo a mirar con perspectiva por aquello de abandonar los parámetros convencionales, eso sí, sin parar de comerme bolos. En este sentido, llevaba tiempo dándole vueltas a un determinado lugar, y una mañana arrimé hasta él.

El susodicho es traicionero como él solo, pero me da el pálpito que un día me va a dar una grata sorpresa. No obstante, en el subconsciente tengo grabado a fuego que muchos pescadores han caído por las inmediaciones, lo cual obliga a extremar las precauciones e ir con la muda cambiada, porque, aun no siendo difícil su acceso, tiene la innata capacidad para armársela al pescador. Y así fue como, sin buscarlo, esa mañana encontré una prueba palpable de ello…

La amenaza fantasma

Muchas veces he tenido la oportunidad de oír batir las palas de los helicópteros de rescate en vuelo lento y bajo respecto de las olas, como para identificarlo como la llegada de un pájaro de mal agüero. El potente ruido del rotor y su fantasmagórica presencia, casi siempre cuando Neptuno ruge, no suelen presagiar nada bueno cada vez que lo contemplo actuando así, cuestión que ha tenido lugar numerosas veces en el destino que había escogido. Sin embargo, en la presente ocasión escogí no tentar a la suerte en exceso y bajé cuando el mar apenas daba golpe, asegurando, eso sí, cada paso que daba con unas botas provistas de clavos. Toda protección y cuidados pueden ser pocos ante un sitio tan puñetero.

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Al final, no toqué escama, mas, mientras estaba intentándolo, todo el rato estuvo en mi mente dándole vueltas a la inscripción que había visto previamente en una lápida. Mirando alrededor, a simple vista la puesta parece sencilla, pero con un poco de análisis se identifican terribles trampas para el pescador. Lugares carentes de la menor defensa en caso de resbalón, puntos que el mar ha cincelado a golpe de ola para que una lengua de agua atrape por detrás a cualquiera que se encuentre desprevenido y lo lance al gran azul, quién sabe si con golpes mortales o que incapaciten de por medio, son algunos de los ingredientes que permiten comprender que ese topónimo se haya cobrado tantas vidas y haya dejado tantísimo dolor en tierra firme. Por eso, y aun pareciéndome bueno, no obstante tardaré en regresar.

Volved todos

La pesca puede producir tantas alegrías como disgustos, pero no cabe duda que todos queremos estar de vuelta para contar lo que nos ha pasado, tenga el carácter que tenga. Por eso, antes de emplazar nuestras cañas en un sitio, y pese a que lo tengamos más que trillado, estudiémoslo con lupa si no nos queremos ver con el agua al cuello, sea en sentido real o figurado. Y si hemos de dar dos pasos para cruzar a un lugar, casi mejor demos cuatro, pero siempre asegurando la verticalidad, y dejemos las prisas en casa.

Asimismo, y aun cuando los peces se muestren reacios a morder nuestro aparejo, tened sentido común, perspectiva y no arriesguéis más que lo perfectamente controlable, pues el peligro lo mismo se encuentra en una postura compleja que en una a priori sencilla. Todos, de un modo u otro, tenemos a alguien esperándonos en casa. No le defraudemos a cambio de un sucio puñado de escamas.

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