Hay que tener moral para ir de pesca

Hay que tener moral para ir de pesca

Hay que tener moral para ir de pesca

por 15 de enero de 2014 1 comment

Seguro habéis recibido alguna vez el comentario «hay que tener moral par ir de  pesca». Sin lugar a dudas, las normas para la pesca deportiva debería deberían ir más allá de lo meramente legislado. Es más, todo pescador que se considere responsable con el medio, convendría que siguiera unos parámetros tendentes a asegurar tanto la pervivencia de las especies que persigue, como el medio en el que éstas se desenvuelven. A tal efecto, una medida que tiene más efectos de lo que se cree, consiste en cumplir con un cupo de capturas que vaya estrictamente destinado a satisfacer nuestro propias necesidades, y no a dar de comer al resto de la escalera, como sucede en algunos casos, simplemente por satisfacer egos. Con el presente comentario en absoluto pretendemos ir de puristas, pero cuando luego se adquiere la estrategia del calamar y se argumenta que “no hay peces” para justificar una retahíla de fracasos, no vale quejarse y echar la culpa de la falta de capturas -por una vez- al sector profesional de la pesca. Pero en adelante no vamos a hablar de esa vertiente de “moral” en sentido estricto, sino de otra bien distinta, y que hace alusión a una salida de pesca que tuvo lugar no ha mucho tiempo.

tener moral para ir de pesca

Encuentros fugaces

A lo largo de nuestros paseos junto a la orilla, los pescadores solemos toparnos con personas de todo tipo. Corredores a pleno trote, caminantes, colegas de afición, paseadores de mascotas, ciclistas, pescadores que, sin caña, nos persiguen si oyeron que un día dimos la campanada, y que te niegan el pan y la sal cuando nos los cruzamos, como si les debiéramos o les hubiéramos hecho algo… En resumidas cuentas, fauna y flora de lo más variopinta. Sin embargo, un rasgo común a todos es que rara vez se entabla conversación con ellos más allá de un saludo, o un gesto y/o gruñido que lo simbolice. No obstante, por aquello que a veces se juntan las cosas, o bien por casualidades de la vida, esta vez la charla se extendió más allá de lo esperado… con un cierto punto de gracia. Eso sí, antes de relatar la historia, pongámonos en escena.

¿Que moral para ir de pesca? Para todos los gustos

Vaya mes de noviembre que hemos tenido que afrontar por el tercio norte. Bendito sea el Creador. Vientos huracanados, mares levantiscas y precipitaciones dignas de un monzón al que bien le cuesta darse el piro, han sido los denominadores comunes a este mes afortunadamente ya vencido. Con semejantes ingredientes, apenas ha habido oportunidad para asomarse a la orilla bajo unas mínimas condiciones de seguridad o de pescar algo, pues el volumen de agua caído ha embarrado el mar, acarreando un serio impedimento para que los peces se sientan medianamente a sus anchas. Pues bien, en este contexto, y más para satisfacer la necesidad de salir que de pretender pescar, mientras oteamos las características de una puesta, un día se nos acercó un viandante que estaba paseando con dos perros. Ni que decir tiene que pronto entablamos una animada charla referente a lo divino y lo humano con él, para posteriormente entrar en lo que se refiere a la pesca en sí.

tener moral para ir de pesca

A decir verdad, en la vida muchas veces nos topamos con personas que pretenden proyectar una imagen de sí mismos que en absoluto es real, pero con la que hablamos en la presente ocasión no era así. Sin embargo, probablemente al desconocer el suelo que pisaba, ella sola fue metiéndose involuntariamente en un terreno del que salió escaldado, pero ni uno se fue avergonzado, como tampoco el otro se sintió por encima del bien y del mal, sobre todo porque esto último es absurdo si tenemos dos dedos de frente. Lo queramos o no, siempre habrá personas mejores y peores que nosotros.

Por la boca muere el pez

Pues bien, como comentábamos anteriormente, un transeúnte acompañado de dos perros quiso interesarse por cómo llevábamos el balance de capturas mañanero, el cual, por otra parte, era deplorable. Aun así, aquél no dudó en interesarse por la técnica que estábamos practicando, el material que empleábamos, así como por la cadencia de veces que salíamos a pescar, preguntas que, por otra parte, y de mil amores, fuimos respondiendo sinceramente. Al fin y al cabo, ¿qué adelantamos contando milongas a quien reniega empuñar una caña? Sin embargo, tras explicar con todo lujo de detalles lo que estábamos haciendo, y de afirmar que salíamos siempre que el tiempo y la autoridad nos lo permitían, responder que “ya es moral” todo lo que hacíamos, como que no es demasiado acertado, en especial si comparamos ambos contextos.

Y es que, sí, todos los pescadores somos dignos poseedores de una suerte de tara que nos empuja a arrimarnos irremisiblemente al menor recodo con agua en el cual satisfacer nuestro irrefrenable deseo de tocarles la gaita a los peces que en ella viven, como también hacemos cosas que se escapan de la compresión de los profanos. Desde ese punto de vista, “ya es moral” lo que hacemos, pero con la que ha caído este mes, alguien que pasea perros a la mañana, tarde y/o noche -haga viento, llueva, nieve, granice o abrase el sol-, que formule un comentario así, pone la respuesta en bandeja…y eso que nunca vamos por la calle con la escopeta cargada.

En bandeja

A veces la mente nos juega malas pasadas, y seguro que algo parecido le debió ocurrir a nuestro interlocutor. De este modo, una vez asimilado tan sorprendente parecer, y tras echar un vistazo a los perros que correteaban alrededor, no pudimos evitar responder, mientras los señalamos, “¿Moral? Eso sí que es moral”. Y es que, al fin y al cabo, nosotros podemos dejar de salir aunque nos duela, pero cuando tienes un animal en casa que te obliga a hacerlo independientemente del tiempo que haga fuera, ve y dile baje él sólo…

tener moral para ir de pesca

Nuestra réplica, hecha sin el menor ánimo de ofender, y con la mejor de las intenciones, dejó sin escapatoria a la contraparte, al punto de hacerlo enmudecer. Es más, antes de salirle la primera palabra, asintió, y sí, reconoció que su tarea implicaba tener mucha más moral que la que desempeñamos. Sin embargo, lejos de desear que el silencio llegara a ser comprometedor para ambas partes, quitamos hierro al asunto y la conversación continuó animosamente.

Ante todo, prudencia y condescendencia como normas en la pesca deportiva

La moraleja que pretendemos que el lector extraiga con este relato es que hay que ser prudente cada vez que se habla de un asunto que no se controla especialmente, porque, sea con una sonrisa, como fue el presente caso, o bien con un severo correctivo, nos pueden sacar los colores. De hecho, la pesca es un claro ejemplo de ello, y son muchas las personas que la sacan a colación sin siquiera conocerla. Por eso, cuando nos suceda una circunstancia similar a la descrita, seamos siempre condescendientes y obviemos cualquier comportamiento grosero, porque errar es propio de humanos. Es más, la vida da muchas vueltas, y puede que algún día las tornas cambien y nos veamos en tan difícil posición. Y no es agradable, tenedlo por seguro.

Y a ti, te ha hecho alguna vez la pregunta ¿Como tienes moral par ir de pesca?

 

1 Comentario

Participa en la conversación
  1. Pescapeces
    #1 Pescapeces 19 agosto, 2015, 01:21

    Estoy de acuerdo contigo, compañero. A mi ya me ha pasado alguna que otra vez y por no ofender no dije nada. Hay por ahí gente que les gusta meterse en camisa de once varas sin necesidad alguna.

    Contesta a este comentario