El trasfondo de las fotos de pesca

El trasfondo de las fotos de pesca

El trasfondo de las fotos de pesca

por 25 de junio de 2014 1 comment

Todos hemos tenido oportunidad alguna vez de contemplar fotos de pescadores a los que no les cabe la sonrisa de felicidad en la cara mientras portan grandes capturas con sus brazos, y seguro que la mayoría no se cansa de verlas, pues, no en vano, muchos quisieran ser los protagonistas que consiguen tamañas proezas que terminan siendo inmortalizadas a través de fotos de pesca. Sin embargo, cada foto cuenta con un lado que no siempre se tiene en consideración, independientemente de si la gesta ha tenido lugar en agua dulce como en el medio salado.

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Ciencia-ficción

Como bien sabemos, el estado de nuestros mares, ríos y embalses es, a grandes rasgos, poco menos que deplorable, y de eso podemos dar fe todos aquellos que, con mayor o menor frecuencia, empuñamos una caña desde hace unos cuantos años. Y es que a veces parece mentira las pescatas que nos relatan nuestros mayores, que terminan por constituirse como capítulos de ciencia-ficción. Y el caso es que es verdad; conseguir atrapar un gran pez es cada día más difícil merced a la contaminación, la presión pesquera que ejercen tanto profesionales como deportivos, sin olvidar la inmensa influencia que ha tenido la irrupción de la tecnología en diferentes órdenes para trastocar la vida marina en buena medida. Así pues, no es de extrañar que, cuando se consigue dar la campanada, la sonrisa no quepa en nuestras fotos de pesca.

Trabajo con mayúsculas

La pesca, por mucho que a priori sea considerada como una afición en la que, quien la practica, bien puede tirarse a la bartola y aun así conseguir resultados, lo cierto es que es trabajo puro y duro. En realidad, cabe la posibilidad de pescar peces si llevamos un carro provisto de todas las comodidades, e incluso aguardar la picada sentado plácidamente en una silla, pero quien de verdad quiere peces con mayúsculas, con perdón, debe mojarse el culo. Y así es cuando el pescador debe realizar sacrificios que no cuadran al común de los mortales, desconocedor de porqué se adentra por caminos poco menos que impracticables, se levanta tan temprano y renuncia a tantas horas de sueño, recorre un porrón de kilómetros, ya sea sólo o en compañía, aguanta mares subidas de tono, se expone a peligros que una mente sana no encararía, capea temporales y lluvias torrenciales con absoluto estoicismo, se adentra en pesqueros que desconoce, y aun habiendo vuelto con las manos vacías de una primera expedición, regresa una y otra vez hasta tratar de comprender por qué le ocurre eso; recoge, lanza, encarna y reencarna una y mil veces, o las que hagan falta… Y eso es algo que a menudo olvidamos que, sin aparecer, está en las fotos como consecuencia de un trabajo bien hecho, a menudo con carácter largo, silencioso, y en primera persona.

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En primera persona

Con carácter general, y salvo contadas excepciones propias de virtuosos que se pueden contar con los dedos de una mano, los mejores peces se consiguen una vez se han perdido otros de no menor entidad. Y es que nadie aprende en cabeza ajena, de ahí que, quienes terminan plasmando su imagen junto a la de una captura de postín, seguro que antes habrán sufrido una serie de reveses de distinta índole que les habrán indicado por dónde no han de seguir para que aquel contratiempo que tanto les escoció, les vuelva a suceder. Y eso es algo que iremos aprendiendo con el paso del tiempo, por mucho que los demás nos digan qué tipo de precauciones debemos tomar en este orden de cosas.

Paradojas de la vida

A decir verdad, cada fotografía que nos hacemos junto a nuestras capturas, no es sino un premio al trabajo bien hecho y al esfuerzo que hemos puesto en práctica previamente. En cualquier caso, tengamos amor propio y no dejemos que nadie que desconozca esta circunstancia menosprecie lo que hacemos cuando no los resultados no acompañen, sea en forma de comentarios que maldita la gracia, o bien a través de risitas, las cuales, casi siempre proceden de personas que, la inmensa mayoría de las veces, no han empuñado una caña, ni lo harán mientras vivan. Ahora bien, no deja de ser curioso cómo esas mismas personas que nos denostaron, cuando ocurre lo contrario, es decir, saben de nuestros éxitos, se deshacen en alabanzas, e incluso, en un alarde propio de suicidas o de inconscientes, desean salir a pescar con nosotros. Así es, en definitiva, la condición humana: el éxito tiene muchos padres, mientras que el fracaso es huérfano.

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Un regalo envenenado

Como bien sabemos de primera mano, cada foto de pesca que nos hacemos es la consecuencia de un trabajo de largo recorrido que no siempre es debidamente comprendido por parte de nuestros interlocutores. Y es que pescar parece una tarea sumamente sencilla, y así puede serlo cuando los peces no paran de salir, pero el caso es que nunca es fácil. Por eso, cuando os digan eso tan manido de “qué rica está la lubina”, ni por el forro intentéis hacer ver el cúmulo de sacrificios que antes habéis tenido que afrontar, y dejad que se deleite masticando y/o con la foto, pues, por mucho que lo intentéis, será una labor que no irá a ninguna parte, y, casi mejor, si mañana quiere otra para él, invitadle a madrugar para que a las cinco de la mañana os acompañe con el fin de enseñarle cómo hicisteis para saliros con la vuestra. Antes irá a la pescadería y la pagará de su propio bolsillo, podéis estar seguros…

1 Comentario

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  1. Antonio julian poveda Martín
    #1 Antonio julian poveda Martín 12 septiembre, 2014, 18:14

    Que gran verdad. No todo es tan bonito como se ve. Yo debo debo decir que siempre pesco en orilla y sinceramente hoy por hoy los que aguantamos horas muertas ahí es por pasión y fe y sobre todo mucha paciencia. Dicho esto entendereis que la mayoría de las veces hago porra, pero como digo no importa mucho pues para mi estar pescando ya sea agua dulce o mar es como estar en el cielo y si pican mejor.
    Tampoco niego que me gustaría que este mundillo volviera a ser como hace 25 años.
    No doy mas la vara. Un saludo

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