De S a Z y pesco porque me toca

De S a Z y pesco porque me toca

por 28 de marzo de 2011 0 comments

Os dejamos con el magnífico post que ha compartido con nosotros José Varela, periodista y autor del blog Coto de PeSca, de la Voz de Galicia. Comenzará a colaborar con nosotros habitualmente, porque a fin de cuentas, sólo nos separa una letra.

En la enigmática cosmogonía íntima de cada pescador, el universo fluvial se organiza en constelaciones y sistemas, planetas y cuerpos celestes, órbitas y elipsis jerarquizados en un orden intransferible. En la mía, el coto de Aranga es el centro del cosmos, la línea axial en torno a la que gira toda una temporada, los meses posteriores y los meses que la preceden. El Mandeo, alanceado por los venablos de la industria hidroeléctrica, ejemplifica la dignidad de la naturaleza frente a la codicia humana. Pese a las minicentrales, pese a un empleo de fertilizantes orgánicos desprovisto de control, el río se yergue como un monumento de admirable denuncia de la persistente incuria e indolencia. Y tiene, en la Sociedad de Pescadores Río Mandeo, a una aguerrida guardia de corps, que gobierna con rigor la gestión de los cotos de Aranga y Chelo. El primero de ellos es, además, de los que preservan una de las relaciones más restrictivas entre longitud del tramo y número de cañas autorizadas por día. El resultado, para quien lo quiera ver, e imitar, está a la vista.

Con ojos de augur doliente crucé temprano el viernes, 25, el estuario del Mandeo rumbo a Sabón, con la lacerante certidumbre de que hasta tres horas y media más tarde no podría cachear sus aguas. En ese instante de una mañana ya cabalmente dueña de si un vaho napaba la orografía, con predilección por los espacios recónditos y profundos. La neblina, sin embargo, con caprichoso espesor, producía aquí y allá emanaciones, flóculos gaseosos que, igual que humaredas indecisas, levitaban inmóviles traspasadas por la luz del sol. Los núcleos de casas que ocupan los pliegues del suelo en las laderas de la geografía mariñana emulsionaban también un aire lechoso, suspendido sobre sus tejados, lo que otorgaba un tono ampo al paisaje, casi glauco por la pretensión del verde de hacerse presente en el concierto de silencio de los valles. Solo el río destellaba ráfagas luminosas en las reverberaciones de sus rápidos.

El río no defraudó. Concedo que carezco de avidez recolectora, pero me encelo en la búsqueda de sentir en la caña el temblor de las truchas. En marzo lo infrecuente es que el caudal de los ríos gallegos sea escaso, y este año no es una excepción. El agua, abundante, bajaba razonablemente transparente, tan solo tenuemente tomada por una sombra manchada de pardo claro. Para un sedal del 16 y una Ranger cobre del cero las condiciones eran más que discutibles, pero ahí estamos, desdeñando las aguas gruesas y buscando los espacios someros, las orillas, los lances cortos, el capricho de la filigrana imposible cuando los cánones prescriben armas de mayor calibre. Son lujos que no gasto, me intimidan los cañones, prefiero la mantequilla a los tubos de Krupp. En mi caja no llevo cucharillas del dos, me resisto a llegar a hilos del 20 para spinning, y mi carrete más poderoso es un 1.500. Tal vez es que soy bajito.

Pues aún asi, fue una jornada espléndida. Las truchas no se cansaron de entrar, sin agobios, pero, lo mejor, sin largas pausas. Las más activas, otra vez, las más chiquitas (touché: con semejante equipo, qué podía esperar). Una jornada deliciosa que, después de comer, casi colmó el cupo, y una de ellas, ya ven, de generosa talla. Quen dixo medo.

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