El pescador y la captura, una adhesión inquebrantable

El pescador y la captura, una adhesión inquebrantable

El pescador y la captura, una adhesión inquebrantable

por 19 de mayo de 2014 0 comments

Mi querida compañera de amanecida:

Ha pasado ya un tiempo desde la última vez que nos vimos, pero recuerdo cada instante de aquel mágico día de un modo particularmente intenso y vivo, como si hubiera sido hace un rato.

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El pescador y la captura

Como bien sabrás, la vida tiene lances verdaderamente apasionantes, aunque algunos puedan considerar que, a ciertas alturas de ella, ya nada les pueda sorprender, cosa por otra parte del todo errónea, o al menos eso considero. Sin embargo, aquel alba creo que hubo poco margen para el azar, pues una tarde, mientras paseaba, me dio la sensación que te encontrabas esperándome justo donde pensaba. No obstante, hasta que te rendiste en mis brazos me hiciste sudar de lo lindo, por más que empleé una y otra vez mis mejores artes en mi afán por intentar llevarte al huerto. Es más, en mis manos aún están patentes tus “caricias”, que ahora, mientras tecleo estas líneas, me recuerdan cómo te las gastas cuando te quieres salir con la tuya. No esperaba menos de ti, preciosa.

El pescador y la captura

Por desgracia, tu inevitable marcha hizo que te perdieras una serie de acontecimientos que no imaginarías podrían acaecer. De entrada, durante nuestro acaramelado paseo por las calles, ese día los cláxones de los coches anunciaron con estrépito la buena nueva, mientras que los comerciantes, anonadados y ojipláticos, abandonaban sus puestos, y en las cafeterías los recién sacados cafés quedaban aparcados hasta nuevo aviso. Todo era un girar de pescuezos conforme caminábamos bajo la débil pero pertinaz lluvia, como si fuésemos una pareja de enamorados, pero eras tú quien centraba en exclusiva la atención del público que encontrábamos, pues, no en vano, tus 87 centímetros de talle en absoluto pasaban desapercibidos. Eso sí, se nota que con carácter pretérito emprendiste severa dieta de cara al verano, pues no reventaste la báscula y tus tripas estaban hueras de alimento a la hora de la autopsia, razón más que de sobra para que engulleras el veneno pisciforme que cruzó delante tuyo en un arrebato de glotonería incontrolada.

Esa mañana me subiste a una nube de la que no quería bajar. Sin embargo, y mientras hago retrospectiva conforme escribo, recuerdo haberme quedado en silencio durante bastante tiempo mirándote a los ojos al término de nuestra fogosa pero explosiva escaramuza, mientras me preguntaba qué no vieron los tuyos mientras te encontraste por los dominios de Neptuno. También no sé quién de los dos estaba más sorprendido, si tú por verte fuera de tu medio, o yo por contemplar rendida tu magnífica figura. En cualquier caso, a veces me fascina pensar que, aun estando tu mundo pródigamente sembrado de trampas, pudieras arrimarte hasta el tramo de costa en que me encontraba agazapado con la peor de las intenciones. Está visto que nunca dejarás de sorprenderme, cosa que por otra parte te agradezco.

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Ahora que ya te has ido, asimismo te cuento que han sido muchos los que preguntaron por ti, señal inequívoca de las pasiones que levantas. Bien es verdad que fueron numerosos los ojos que nos vieron juntos, y aún más los que aspiran a pasear contigo del modo en que lo hice, pero sólo tú sabes cómo hacerte la remolona, y eliges con cuentagotas a tus compañeros de camino. También hubo quienes estimaron que nuestra particular relación podría deshacerse a cambio de un puñado de euros y que quedaras como un mero objeto de exposición, pero la historia que nos mantiene unidos, jugando al gato y al ratón cada amanecer, como a ambos nos gusta, es tan impagable, como para esos incontables profanos incomprensible.

Antes de poner punto final a esta misiva, que sepas que sigo profesándote la misma devoción que cuando me adentré por primera vez en tu insondable mundo, y que por muchos que sean los sacrificios que tenga que encarar, mañana me tendrás otra vez ahí, con la misma ilusión de siempre, esperándote pasar. Es mucho lo que aportas a mi vida, y, como tal, no puedo menos que corresponderte.

Siempre tuyo, Carlos.

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