Sainete de mis historias de pesca, anecdotario de un mendrugo

Sainete de mis historias de pesca, anecdotario de un mendrugo

Sainete de mis historias de pesca, anecdotario de un mendrugo

por 1 de mayo de 2013 8 comments

A día de hoy, las historias de pesca que voy a relatar me parecen, incluso, un tanto estúpidas, pero hay que tener en cuenta que el embarcarse en una actividad totalmente desconocida es lo que tiene…

Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos la mismas cosas” (Albert Einstein).

Ahora doy por supuesto un montón de cosas que parecen naturales y que mi mente almacena en el apartado de la lógica, pero que antes no lo eran tanto por el desconocimiento supino que tenía sobre este mundo de la pesca. Aunque estas confesiones me puedan acarrear un halo de simpleza, rayano con la imbecilidad, no me resisto a contar unas cuantas anécdotas que reflejan de forma nítida que toda ocupación nueva necesita un periodo de aprendizaje y que los conceptos preconcebidos nada tienen que ver, en muchos casos, con la realidad.

Pescar con boya

Realmente nunca he sabido porqué siempre había asociado la pesca en agua dulce a la boya, es decir, a la pesca con cebo; y pese a iniciarme en este mundo ya “talludito”, mi cabeza no concebía, por ejemplo, que algún pez pudiera sacarse lanzando y recogiendo una rara imitación del mismo, o con un “cacho” hierro con palas que daban vueltas –también he de matizar que con mis escasas dotes intelectuales no creo que consiga nunca un premio asociado a la cultura–. Esta revelación supuso una sorpresa mayúscula para mí, mi circunstancia y mi ignorancia.

¡Maíz de cebo!

Repito que ahora esto suena poco creíble, pero cierto es que en mis inicios de pescador el único conocimiento sobre esta actividad lúdica era que había que pescar con una caña y un carrete, cosa que tampoco era cierta al descubrir que este último también sobraba cuando lo que se trataba era de pescar al coup con caña telescópica o enchufable, por lo que realmente no sabía  nada, incluyendo aquí el cebo, pues siempre había pensado que los peces comían “bichejos” como la lombriz, seguramente influenciado por tantos dibujos animados vistos en mi niñez –cómo no recordar las viñetas de Silvestre, el perseguidor incansable del “odioso” Piolín, con su caña, su anzuelo y su lombriz, sólo siendo capaz de pescar latas de conserva vacías y botas viejas y raídas–,  y resulta que las carpas se pescaban con cosas tan raras como el maíz, patata, habas, garbanzos,… Nunca pensé que estos ciprínidos tuvieran este desmedido sibaritismo gastronómico. ¿Quién lo iba a decir?

Pesca de truchas a fondo con cucharilla

En esta época ya había sacado alguna carpa a fondo con el “bendito” maíz. ¡Cuántos kilos llevo gastados desde entonces y cuántos peces sacados con el mismo! Pero nunca había llevado a cabo una jornada de pesca de truchas, ni de otra especie, claro, excepto el mencionado ciprínido, pero me había asesorado un poco sobre la pesca de truchas a lance para llevar a cabo el evento con cierta garantías, pero no era el caso de uno de los amigos que compartían la jornada conmigo que sólo sabía que las truchas se pescaban con cucharilla, pero que tampoco había indagado mucho –ni poco, realmente– sobre la técnica a utilizar para manejar la misma. Así que, llegados al río veo cómo mi colega lanza el señuelo al agua, tensa la línea y… así se queda. Después de medio minuto aproximadamente le pregunto: “¿Qué?” “¿Qué, que?” –me dice él–. “¿Que si vas a mover la cucharilla?” –respondo-. “¿Pa qué…?” –me dice–.

Como sólo había pescado carpas a fondo, como yo, pensaba que la pesca de la trucha era igual, solo que cambiando de cebo: el maíz por la cucharilla, dejándola en el fondo del río. ¡Qué cara de estupor y sorpresa puso cuando le informé de la necesidad de darle vueltas a la manivela del carrete para hacer mover la cucharilla en el agua y provocar así el ataque del salmónido! ¡Y qué crueles carcajadas del resto de compañeros al ver la técnica tan depurada de nuestro colega! ¡Qué tiempos, joder!

Pez artificial al maíz

Parece una receta de cocina, pero no. Es una técnica, no diría novedosa, ya que se inventó, o casi mejor decir… se perpetró hace unos 20 años para la pesca del black-bass; eso sí, esta técnica sí se puede calificar de única y, espero, que inimitable.

Los hechos ocurrieron así: siendo neófitos en estas lides de la pesca mi compañero de fatigas, José Luis y yo, y habitando un pueblo de secano donde la pesca no es conocida por casi nadie, nos enteramos que un convecino era asiduo a esta práctica tan ignorada por estos lares. Contactamos con el mismo y quedamos una tarde para ir a una charca cercana donde se suponía que había un extraño pez, por lo menos el nombre así nos lo parecía: black-bass o perca americana.

Llegados al lugar, y esperando que nuestro amigo Juan Andrés –que así se llama nuestro maestro–  nos diera una clases magistrales de pesca del “blas” o “bas” o… ¡bueno, el pez!, vemos, con cierto asombro, que saca un pez artificial gigantesco –o eso pensábamos nosotros entonces– de unos 15 centímetros, con su vientre adornado con tres poteras o anzuelo triple. ¿Pero cómo un pez se va a comer esto?, preguntamos al unísono –recuerdo al sufrido lector que pueda estar leyendo esta incongruente y esperpéntica crónica de pesca que en aquellos tiempos creíamos que los peces sólo comían lombrices, además de haber descubierto también la pesca a fondo de carpas con maíz hacía muy poco–.

Además, a cada uno de los anzuelos de la potera le colocó con gran pericia, o eso nos pareció a nosotros en nuestra ignorancia, un par de granos de maíz. Esto ya acabó de hacernos perder totalmente la fe en nuestro instructor, echándonos José Luis y yo una mirada de soslayo, la cual reflejaba la total duda que nos generaba tamaño artilugio, además de reafirmarnos en la casi certeza de que el maestro estaba tan verde, o más, que los alumnos. Pero… tras varios lances infructuosos, y de forma tan milagrosa que volvimos al camino de la fe, le picó un black-bass de medio kilo tan de sorpresa que salió corriendo por el susto hasta el “docente” por lo inesperado del hecho. Y desde entonces hasta hoy, que algo hemos aprendido de la pesca del bass, aunque tampoco creáis que mucho.

Truchas a boya con cucharilla de lucios

En esta época ya tenía algún conocimiento más de la pesca y me hallaba pescando truchas sin muerte con cola de rata en El Tablazo (Cuenca), especie de charca que se repuebla con numerosas arcoíris para pescar sin muerte y para principiantes que quieran llevarse los salmónidos.

Pero hay algunos que saben pescar algo, otros poco y otros nada. Y unos de estos últimos eran un matrimonio joven con sus dos retoños que no pasarían de 6 o 7 añitos. Llevaban una caña pequeña, con un carrete que casi no daba vueltas la manivela y un sedal con el grosor de las cuerdas de atar chorizos. Pues bien, el aparejo se lo había montado el amable “especialista” de la sección de pesca de un afamado centro comercial y se componía de una boya que supuestamente tenía que hacer flotar la cucharilla de lana roja para lucios de toda la vida, la cual le había dicho el “entendido” dependiente que se usaba como anzuelo y, claro está, como el experto padre de familia había oído al encargado del recinto que las truchas picaban con maíz, otra vez –y mira que esto me suena, por lo que es más común de lo que yo pensaba– los tres anzuelos de la potera los llenó con granos de este polivalente cebo. Era digno de ver como cada vez que lanzaba este dominguero-pescador, el peso del “cucharillón” hacía que arrastrara a la boya bajo el agua, esperando así el ataque de la arcoíris.

¿Cómo acabo la cosa? Pues teniéndole que montar un aparejo en condiciones un amabilísimo y experto, este sí, pescador que pasaba por allí, es decir, yo, para que la simpática familia pudiese llevarse el kilo gratis de truchas que este lugar ofrece con sólo sacar el permiso para la pesca con muerte. Eso sí, se fueron contentísimos con sus tres capturas. Ya sabéis, la ilusión de la primera vez.

Así fue, y así lo he intentado contar. Nadie nace sabiendo, aunque a algunos nos cueste más aprender.

8 Comentarios

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  1. Pedro Serrano
    #1 Pedro Serrano 2 mayo, 2013, 11:45

    Enhorabuena por tu articulo, Jose, aunque no soy aficionado a la pesca como tú sabes. Me has hecho pasar un buen rato leyéndolo.
    Tal vez deberías dedicarle mas tiempo a la escritura, puede que ese sea tu destino, contarnos las aventuras y desventuras de un «experto» pescador y MEJOR AMIGO.
    Un abrazo y felicidades.

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    • miguel
      miguel 3 mayo, 2013, 11:44

      Que bueno retornar a los momentos donde la ignorancia nos hacía felices.
      felicidades y un abrazo

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      • Josan Illescas
        Josan Illescas 3 mayo, 2013, 15:49

        Así es, Miguel. Muchas veces esos recuerdos son más reconfortantes que las actuales pescatas, por mucho que ahora puedan ser mayores. La ilusión, desgraciadamente, mengua con el tiempo, aunque a mí todavía me queda mucha para seguir en este extraordinario mundo de la pesca.

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    • Josan Illescas
      Josan Illescas 3 mayo, 2013, 15:54

      Pero Pedro, cómo osas decir que no eres aficionado a la pesca, si hay que esconderte el marisco en todos los ágapes donde apareces para que los demás comensales pueden probar este manjar.
      Ya te regalaré una caña para que te puedas autoabastecer, aunque sea en la pescadería.

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  2. Toni Martínez
    #2 Toni Martínez 2 mayo, 2013, 10:48

    Una más que agradable lectura Josan.Unos tiempos imborrables.

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    • Josan Illescas
      Josan Illescas 3 mayo, 2013, 15:46

      Sí. Tiempos en los que la ilusión suplía a las múltiples carencias y total desconocimiento, aunque, puedo asegurar, que volvería al inicio del camino.
      Gracias, Toni.

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  3. Javier Sousa
    #3 Javier Sousa 2 mayo, 2013, 10:37

    Hola Josan.
    Muy buen artículo. Gracias por este rato agradable de lectura. |:¬)

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