Historia de pesca, de palometones gigantes y de niños

Historia de pesca, de palometones gigantes y de niños

Historia de pesca, de palometones gigantes y de niños

por 22 de diciembre de 2015 0 comments

Pronto se pusieron de acuerdo para elegir el destino de sus ansiadas vacaciones. Él pensaba únicamente en la pesca, ella en el paisaje, la cultura, la gastronomía y el bienestar de toda la familia. Él soñaba con grandes peces, ella con agradables paseos entre salinas y arrozales. Papá quería pescar en agua dulce, mamá tostarse al sol tumbada en paradisíacas playas de arenas finas y suaves. El Delta del Ebro les regaló a cada uno todo lo que habían imaginado, pero el destino reservaba al benjamín de los Casadevall el gran sueño de cualquier pescador aficionado: pescar un enorme palometón con sus propias manos.

Acabo de llamar a Eduard para que, años después de realizar tal hazaña, me refrescase la memoria para poder contárosla. Por la pasión con la que relataba cada momento, la nostalgia que se disipaba tras cada una de sus palabras, comprendí que pudo realizar el sueño de todos: poder compartir con nuestra familia la pesca y el disfrute de un enorme palometón que haría temblar al mismísimo Poseidón, pero no al menor de sus hijos quién, con gran destreza, agilidad y suma gracia, cedió la caña a su padre y a sus dos hermanos para que le ayudasen, pues enseguida se dio cuenta que ese pez tan enorme era demasiado pez para él, para sus hermanitos y, casi-casi, también para su padre.

El plan era simple

El plan era simple: pescar con cebo dentro del río alguna pequeña dorada o cualquier pececillo que hiciera las delicias de los niños. Lo de pescar a spinning con grandes popers y poteras como garfios le pareció demasiado descabellado a mamá, pero el aburrimiento de tres niños metidos en un pequeño barco puede con la paciencia de todos, incluidas las madres.

a la pesca de palomentones gigantes con niñso

-Papá va a lanzar un poper muy lejos, cada uno de vosotros va a recogerlo en superficie y veréis que es muy divertido (de esta forma os mantendré entretenidos)- pensó rápidamente mi amigo.

Y así lo hizo: papá fue lanzando un poper cada vez más lejos y pasaba el equipo a cada uno de sus tres hijos, para que fueran recogiendo el señuelo a su ritmo. No recuerda exactamente cuantos lances compartieron, pero nos asegura que fueron muy pocos, cuando de la nada emergió una enorme aleta que levantaba una gran ola tras el señuelo. Pensamos que el pequeñín -quien comandaba el destino de este artículo- no llegó a darse ni cuenta de lo que acontecía ante los ojos de su padre. Siguió recogiendo a su ritmo, casi sin coordinar movimiento alguno, cuando de golpe, a escasos tres metros del barco, el enorme palometón decidió morder el anzuelo, creando un enorme remolino al darse la vuelta y lanzarse a la carrera hasta el horizonte.

pesca de palomentones gigantes

¿Que le pasa al carrete?

-Papá, papá! Qué le pasa al carrete, que se ha vuelto loco??!!- no paraba de gritar Bru mientras Jan miraba asombrado como salía humo del carrete.
-¡Agarra la caña con todas tus fuerzas, hijo, que voy a ayudarte con el barco!- gritaba papá a pleno pulmón completamente anonadado por lo que estaba viviendo.

Edu arrancó rápidamente el motor y se dispuso a perseguir a la presa con cautela pero con decisión, dado que, a juzgar por el tamaño del lomo que vio asomar antes del embate, juraría que se trataba de un palometón de los gigantes.
Cuando la gran fuga del pez estuvo más o menos controlada por un niño de cinco años, compartieron el placer de recuperar tan espectacular pieza entre todos, hasta que el gran pez salió a flote a escasos metros de la embarcación.

Pobres niños, no sabían con quién se habían metido…

-¡Papá, papá!¡ Esto no es un pez, es un monstruo! – y corrieron los tres a refugiarse a los brazos de su madre, quien sacaba fotos como podía.

“Recuerdo que me quedé solo, con los niños y mi mujer aterrados en la proa del barquito. En mi vida había sentido tanta presión, jamás pensé que el sueño de cualquier pescador pudiera convertirse en una pesadilla” –relataba mi amigo con la voz entrecortada por la emoción del recuerdo. “Nunca imaginé tener a mi alcance un pez tan poderoso y enorme, y cuando lo tuve debajo del casco, ya vencido, no supe qué hacer, como agarrarlo, me sentí (nunca mejor dicho) solo ante el peligro”.

palomentones gigantes

“A duras penas pude levantarlo. Quedé tan agotado del esfuerzo que, a la hora de hacer la foto para el recuerdo, no pude ni sostenerlo en brazos. Lo tratamos tan bien como supimos, estábamos desbordados por una situación que ninguno de nosotros tan si quiera había imaginado. Al final mi hijo y mi mujer tuvieron que darme una mano para devolverlo al agua sano y salvo”.

-Gracias, amigo, por compartir con todos tu “pesadilla”, cabronazo. Un abrazo.

La verdad es que no se me ocurrió nada más que decirle, antes de colgar el teléfono.

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