El falso mito de la abundancia del salmón en el pasado

El falso mito de la abundancia del salmón en el pasado

El falso mito de la abundancia del salmón en el pasado

por 28 de octubre de 2016 0 comments

Que el salmón era mucho más abundante en los ríos españoles, es una realidad irrefutable. Pero sobre esta realidad se han escrito y desarrollado cientos de historias y leyendas que hablan de cómo el salmón era tan abundante que era la comida de los que menos recursos tenían, que sólo era necesario meter una cesta en el río para llevarse los salmones que se quisiera. Todo ello es cuestionado por análisis basados en fuentes reales. Desde luego, había mucho más salmón, llegaban hasta remontar el Duero y esporádicamente el Tajo y el Guadiana (desde hace años no hay salmones en Portugal, aunque esporádicamente se vea alguno en el río Limia), pero estas historias de miles y miles de salmones no sólo son inciertas también hacen un flaco favor a los trabajos que se realizan para su recuperación.

Para estudiar la historia verdadera del salmón en España afortunadamente tenemos abundantes fuentes históricas. Son numerosos los artículos que hablan, por ejemplo, de condiciones en los contratos laborales y hasta de revueltas de obreros que exigen que, como máximo, se les dé salmón tres días por semana, debido a lo indigesto que resultaba.

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Arpón de 8 puntas para pescar salmones

Jusue Mendicouague, en su libro “Las Regalías Salmoneras. Noticia histórica sobre la pesca del salmón en Cantabria”, fechado en 1953, llega a la conclusión de que todas estas noticias no dejan de ser leyendas sin base alguna. Otros autores coinciden con su apreciación. En este caso se podría aplicar el dicho de “no dejes que la verdad estropee una bonita historia”, porque nada objetivo nos permite pensar que las cosas fueran así.

Las contradicciones históricas al falso mito de la abundancia del salmón

Estos mitos no son exclusivos de España. La realidad es que historias del estilo se encuentran también en muchas, por no decir todas, las cuencas salmoneras de Francia, Inglaterra o Escocia. En cada caso cambian los actores: criados, mineros, ferroviarios…

El hecho de que el salmón fue antaño más abundante que ahora es indudable, pero los citados historiadores cuestionan que fuera tan abundante y, mucho menos, tan asequible como para ofrecerlo de rancho a clases poco agraciadas. De hecho, quedan claras las contradicciones. El salmón era un producto nada barato y muy apreciado por las clases adineradas, nobleza o incluso por la corte, como lo prueban los pleitos sobre derechos de pesca o las duras sanciones a los furtivos.

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Grabado de redes de cerco en el siglo XVIII

Por último, y lo que es más importante, los historiadores no han encontrado ningún original de estos documentos que probarían la abundancia del salmón la que tanto se habla y si de derechos para su explotación.

El siglo XIX es el que trae un cambio radical en el ejercicio de la pesca en España. Tras varios Reales Decretos, la Ley de 9 de julio de 1856 acaba aboliendo los privilegios “privativos y prohibitivos” que nobles e instituciones eclesiásticas tenían en materia de caza y pesca. La competencia y la reglamentación sobre ellas pasa a corresponder al gobierno nacional. Se pone fin, de esta manera, a una larga trayectoria de recursos y protestas. Pero el cambio no es tan fácil e inmediato, puesto que algunos señores se oponen tenazmente a la medida. El caso más extremo se da a orillas del Sella. El Palacio de Faes de Coviella se mantendrá firme hasta el año 1929, fecha en la que definitivamente se pierde el último vestigio de feudalismo y privilegios en torno al salmón.

Desde la entrada en vigor de la referida Ley, el ejercicio de la pesca está sujeto a la autorización gubernativa, respetando, eso sí, la normativa en cuanto a periodos de veda, artes autorizadas y prohibidas o cupos y tallas.

Sea como fuere, el siglo XIX es testigo del primer gran declive documentado del salmón atlántico en la Península Ibérica, fenómeno que también ocurre en otras zonas de Europa y en Norteamérica. Este declive se mantendrá y se acelerará a lo largo del siglo XX.

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